miércoles, 21 de mayo de 2008

PEDO, PEPEDI, PETUM

Cicerón habla de las palabras ‘groseras’ no deja de mencionar el verbo latino “pedo, pepedi, petum”.
Ya sea por la omisión en el tratamiento de tal concepto o por cualquier otra causa, el término se ha vulgarizado dando lugar a grandes equívocos, y ahora la palabra “pedo” se utiliza para significar cosas sumamente diversas.
Por ejemplo el saludo tan de moda por estos días “¿qué pedo?”, el cual, si mis deducciones no son erróneas, quiere significar algo así como “¿qué asunto?”. También se usa la palabra para significar que hay problemas, y por eso es común escuchar que alguien diga “traigo unos pedotes”, y no por ello se le recomienda a tal persona “un tesito”, sino que se le pregunta si hay algo en lo que se le pueda ayudar. También sirve para designar el estado de ánimo: “hizo un pedo” no significa más metano en el ambiente, sino una persona que reacciona en forma desmedida, aunque siempre para mal. Dos de las frases más comunes son también la famosa “no hay pedo” y “ni pedo”, que expresan conformidad y resignación respectivamente.
Existen todas estas acepciones de la palabra ‘pedo’, y todas son de uso popular y vulgar, ya que no son expresiones que se escuchen en conversaciones formales. Pero ni siquiera a nivel popular existe mucha gente que hable del pedo, y mucho menos personas que lleven esa confianza de tratar el tema a un nivel más práctico.
Aún así, ¿quién no ha sentido el alivio liberador de soltar un pedo? Ay de aquellos que se aguantan las ganas, porque sus sistemas digestivos protestan de forma escandalosa, y a fin de cuentas el pedo nace para ser libre y no para permanecer oprimido en las profundidades de un intestino mal intencionado.
Habrá, claro está, finísimas personas que se sientan ofendidas al escuchar tales argumentos, que dicho sea de paso, considerarán al punto como disparates pueriles. Pero incluso esas personas sabrán que digo la verdad, y que a pesar de sus modales refinados y su rigurosa educación en las buenas costumbres, ellos también han sentido en la soledad de sus aposentos y/o cuartos de baño, esa gratificación que su cuerpo les expresa al eliminar lo que por naturaleza ya no le pertenece.
Qué suave y armonioso sonido el de un pedo dejado salir a tiempo. Y qué contraste con aquellos gritos que provienen de nuestro interior cuando un pedo ha decidido que es momento de volar del nido, pero al cual nosotros nos empeñamos en mantener atado para no dejarlo perderse en la belleza infinita del mundo exterior.
Por alguna razón en nuestra sociedad es mejor visto un ladrón que un pedorro, y muchas veces se dejaría uno robar hasta el calzón con tal de que todo sea higiénico y no haya malos olores que lamentar.
No nos damos cuenta que el pedo es algo hermoso y perfectamente normal, es algo que la naturaleza nos ha dado en su infinita sabiduría, y no como un error, sino como una herramienta que debemos aprender a usar con pertinencia eficaz.
Sea pues el pedo reivindicado, pues siempre es más hermosa la simple obra natural del ingenuo virtuoso que cualquier obra artificial de arte del más tenaz trabajador sin talento. Antes que cualquier obra maestra de un Shakespeare o un Goethe, debe estar la dignidad y el orgullo de una de las mejores cosas que la naturaleza le permite a cualquier mortal común y corriente, es decir, la dignidad y orgullo del propio pedo.
por Metrocles

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