sábado, 31 de mayo de 2008

MAS DE PEDOS

Gases!
La verdad es que, como ya había dicho, no tenía pensado hacer una columna esta semana. Ando intentando recuperar el ritmo vital después de 7 días en los que he vivido en estado selvático total, haciendo todo el día lo que me salía de las narices y sin rendir cuentas ni a dios ni al rey. Uno se siente completo después de algo así, pero hecho polvo, así que digamos que ando convaleciente.

Sin embargo, uno de los comentarios a mi anuncio me ha tocado la fibra. No tanto por lo que dice, sino por el ingenio y buen hacer que destila. Es por esto que he decidido hacer un esfuercín y hablar sobre un tema que salió la semana pasada: los gases.

Puedo afirmar, sin lugar a dudas, que soy un absoluto maestro en la materia. Llevo tirándome pedos desde que tengo uso de razón, aunque eso es hace cuatro días como aquel que dice. Si arrear ventosidades fuera un deporte, yo sería un crack, un organismo privilegiado para su práctica. Y es que mi cuerpo está predispuesto, digamos que tengo un don. Genero más gases que una explotación petrolífera. Tras esta breve exposición, si alguna lectora quiere tomar un café conmigo alguna tarde, que me envíe un email.

Los cuescos son un mundo de una variedad y riqueza impresionantes para el profano. Las notas musicales son 7 (bueno, alguna más) y las combinaciones resultan inimaginables. Si al sentido del oído unimos el olfato, tenemos una explosión de luz y color, una orgía para los sentidos. Porque, para empezar, a todo el mundo le gustan sus cuescos. Los hay que se los tiran y los cogen con la mano para llevárselos a la nariz como los enólogos catadores más experimentados, saboreando sus tonos y matices y sorprendiéndose del juego que dan unas alubias y un mala digestión. Hace tiempo corría el chiste de que los pedos eran como los Twingo: sólo gustaban a sus dueños. Sin dejar de ser cierto, no me gusta frivolizar en temas tan serios.

Los pedos son traicioneros. Primero porque uno nunca sabe de qué cosecha viene ese reserva que va a abrir. Los cuescos son como los toros: hasta que uno no suelta el primero de la tarde no se sabe cómo se presenta la cosa. Hay veces en las que uno deja escapar ese soplo de aliento temiendo lo peor y resulta que el aire no se resiente lo más mínimo por mucho que se escudriñe con las aletas nasales en alto. Otras veces el cuesco asciende, se sitúa a la altura de la cabeza (no importa dónde ésta se encuentre) y se enquista en el aire con un olor nauseabundo que revuelve las tripas hasta al propio autor. Uno remueve el ambiente con los brazos y aspira una y otra vez, rezando por que aquel montón de aire importado de un reactor químico de fangos de depuradora se disperse. Este comportamiento variable de los pedos crea gran número de situaciones embarazosas.

Una regla de oro para el principiante, y para el no tan neófito, es nunca tirarse un cuesco en un ascensor. Está escrito que al final o a mediados de trayecto alguien abordará invariablemente el ascensor, asociando inmediata e inevitablemente ventosidad con propietario. Los viajes en ascensor se pueden hacer más largos que cuando sólo se habla del tiempo. Los ascensores son territorio apache, pero en general uno debe evitar dejar escapar el alma en áreas a las que se pueda aproximar alguien antes de que se llegue al tiempo de extinción (Te) medido a partir del instante cero y comprobado empíricamente con anterioridad, porque ya hemos aclarado que cada tarde viene de una manera.

Un segundo aspecto, después de su textura y tonalidad, es el sonoro. Generalmente el pedo es silencioso y traicionero por naturaleza, aunque es cierto que si la posición (esto es como el kamasutra) y la presión son propicias, el cuesco sonará como un tambor si se deja caer de forma descuidada. Si uno se tira pedos de manera ocasional y no aprecia el arte, no prestará mayor atención a las posibilidades sonoras. Sin embargo, cuando uno dispone de material pirotécnico a paletadas y es de espíritu inquieto y artista, no puede sino sentirse atraído por el mundo musical que ofrece el trasero, ese desconocido instrumento de viento. Es cierto que uno no nace sabiendo, pero puedo asegurar que la práctica y la paciencia son los padres del virtuosismo.

En una de esas tardes de verano en las que un amigo y yo estudiábamos cualquier porquería de esas que nos hacían estudiar en la carrera con el propósito de amargarnos las vacaciones y la vida en general, mi amigo se maravillaba ante la potencia sonora de mis expectoraciones y la facilidad que tenía para modular los sonidos que se producían (bueno, digamos que me llamaba cerdo a cada cuesco y amenazaba con no dejarme volver a estudiar a su casa, lo cual era grave porque yo y mi voluntad no somos nadie sin supervisión directa). Le dije que le podría enseñar a lograr aquellos Do's sostenidos e incluso notas más altas, y su cara se iluminó. Varias tardes después, tras agotadoras sesiones de entrenamiento, mi amigo esperaba sus ventosidades como quien espera a un viejo amigo, y disfrutaba logrando sonoras locuciones al abrigo de amplias sonrisas de satisfacción. ¿El truco?

Evidentemente, hay truco. Eso sí, pruébenlo en casa y sin supervisión paterna, ya que no la conseguirán aunque la pidan. La cosa está en recibir la ventosidad, que llama a la puerta desde lo más profundo. Si se considera que viene brava, se puede proceder a la siguiente etapa; si no, se deberá apelar a la paciencia y apretar la barriga para enviar la bolsa gaseosa de vuelta por donde vino. Los gases son reincidentes, y cuando no pueden escapar retornan con refuerzos. De esta manera, con paciencia, se puede moldear un buen pedo en potencia (nunca mejor dicho). Una vez se considera que la presión de caldera es suficiente, se debe prestar atención a la posición moflar: unos mofletes separados son una pésima caja de resonancia, así que nos aseguraremos de que se encuentran en su posición de descanso natural. Si así los diseñó dios por alguna razón sería.

Una vez la parte física está dominada, viene el momento de la ejecución. Se procede a expeler de manera natural con una salvedad: antes de cruzar el conocido como "punto de no retorno", se retendrá el cuesco y se devolverá hacia adentro. Notaremos cómo poco a poco la urgencia va disminuyendo y el pedo se va perdiendo. De nuevo, otra vez antes de llegar al "punto de no retorno 2", esto es, cuando creamos que lo vamos a perder calle abajo, apretaremos el abdomen fuertemente y lanzaremos la carga a la máxima potencia. Cuanto más lejos se haya conseguido ir sin superar "el punto de retorno 2" más salvaje será la traca. Es el punto crítico. A veces los cuescos son de poca monta y sólo se puede conseguir una nota, pero en alguna ocasión la bolsa puede ser importante y el parto prolongado, lo que nos dará la posibilidad de modular el sonido y conseguir una paleta de color. No os desaniméis si las primeras veces no lo conseguís; todo arte necesita de paciencia y práctica antes de alcanzar la excelencia.

El proceso de aprendizaje puede ser lento y desalentador, pero los resultados son espectaculares. Pensad en esas guerra de cuescos con los amigos en las frías noches de invierno, cada uno boca abajo en una cama y viendo a ver quién expele la ventosidad más brutal. No dejéis que la risa os arruine una gran actuación. Sobriedad ante todo. Con práctica y una buena predisposición corporal seréis capaces de batir incluso al mismísimo M.A. Barracus, aunque debo avisar de que la leche actúa como catalizador en procesos digestivos.

Por otro lado, el pedo es todo un símbolo de confianza. En las parejas, el hecho de tirarse un cuesco en presencia de la persona amada es sinónimo de que comienza un nuevo estadío en la relación, un nuevo estatus de confianza. Debe de ser por eso que dicen que la confianza da asco. Pero creánselo, amables lectores, las mujeres también se tiran pedos. Sin embargo, sus cuerpos están en inferioridad manifiesta ante los de los hombres, por lo que se encuentran en franca desventaja en la batalla y optan por desprestigiar a los miembros del otro sexo y a tildarlos de guarros (las mujeres abusan tanto de la palabra guarro que van a terminar por desvirtuarla).

En fin, que ustedes lo peen bien. ¿Experiencias? ¿Briconsejos? ¿Cómo fabricar un extractor? ¿Un cenicero para pedos?

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