martes, 27 de mayo de 2008

EL HOMBRE QUE PROBÓ LA ORINA

Cuando era un niño y me quebré el brazo, tuve que usar un húmedo y hediondo yeso por cerca de 4 semanas. Utilizaba un colgador de ropa para rascar al interior del yeso. Para mi delicia, ello comenzó a tener algunos resultados inesperados, tras un par de semanas de fermentación. Grises capas de piel muerta salían de mi brazo húmedo en transpiración. El sabor era más bien salado, con un poquito de descomposición para darle algo más de pimienta.
Una vez que me sacaron el yeso, tomé un cuchillo para mantequilla y comencé a raspar toda la piel muerta de mi brazo. Recolecté una buena cantidad, y la guardé para comerla más tarde. Masticaba un poquito cada vez, pues es un material bastante correoso.

En la actualidad me rasco con mis largas uñas para ver cuanta piel muerta puedo recoger y así tener un delicioso bocado. El espacio entre los dedos de los piel es ideal para esto. Por supuesto, las uñas largas son ideales para sacar mucosidad de la cavidad nasal. Todos, en un momento u otro, hemos comido de esas joyas nasales - no hace falta escribir más al respecto.

Hace unos años decidí afeitar todo mi cuerpo, y guardé todos los cabellos en un gran jarro trasparentes. Se veía interesante… con todo el vello púbico, así como aquel proveniente del pecho, las piernas, el culo y los sobacos descansando en el fondo. Mi vello púbico es negro, en tanto el resto de mi cabello es más bien castaño claro. Yo podía girar el jarrón para dar la idea de un abrigo de cafiche. No comí mucho de ello, aunque cuando te afeitas la cabeza el cuero cabelludo se vuelve realmente graso - los folículos escupiendo sobre tu calva, expulsando sus grasientas cargas de sebo a toda capacidad. No tiene mal sabor, sino que es más bien denso, parecido al aceite de oliva.

También intenté probar orina. Es de lo mejor. Salada con ese algo refrescante que tiene la coca cola. He jugado con orina varias veces. En una de esas ocasiones, llené un copón de cerveza con orina y lo dejé reposar algunas semanas. Tras ese tiempo, había un cieno de color amarillo anaranjado, con la consistencia del cerumen en los oídos, que tenía un olor bastante raro. Olvidé qué hice con la mayor parte de eso, pero aún recuerdo que su sabor era realmente amargo.

Hasta el momento aún no he probado un trozo de excremento. Solamente me he satisfecho a mi mismo lamiendo mis dedos tras el chequeo final del papelero en el baño, ahí cuando te dices “ah, ya terminé de limpiarme.”. La mierda tiene el sabor, bueno, a mierda. Es difícil de describir. Prefiero el sabor mixturado que aparece en el borde del ano en días calurosos.

Y por supuesto semen. Es muy sabroso. Me recuerda al sabor de la clara del huevo, esa inconfundible esencia salada del semen se parece a la salsa de huevos para rollitos de primavera. Me gusta el sabor, pero la consistencia espesa del semen no es de lo mejor para tener en tu boca. Es mejor saborear el regusto, me refiero a que es mejor saborearlo de la boca de tu pareja, pues la saliva lo disuelve hasta darle un nivel más manejable y suave, una “pizca de semen.”

Esmegma, conocido con cariño como “quesillo”: tiene una agradable textura, semejante a la del queso, un sabor mineral con cierto regusto. Me gusta el mio, de todas formas. Como uno de los no circuncisos, el viejo capuchón permite que el quesillo fermente y nos lleve a toda clase de maravillosos aromas y extraños sabores. Ahora, si sólo pudiera producir lo suficiente como para esparcirlo en sandwiches - dejaría de ser vegetariano.

Cerumen. Ah, cerumen, viejo cerumen. Solía amar esa sustancia. Pon tu lápiz del Nº 2 en el oído, y luego muerde la goma del lápiz, impregnada en cerumen, toda la tarde. Recuerdo que guardaba algo de esa materia en mi banco de la escuela primaria. También solía untar de esos cartones de rasca-y-huele en cerumen: tomaba uno que ya estaba usado, lo llenaba del producto de mis oidos y luego se lo pasaba a la gente para que adivinara qué aroma tenía. Algunos decían limón, o alguna clase de limpiador con olor a limón, pero nadie jamás dijo “cerumen”. (los idiotas, ¿acaso no se daban cuenta que el cartón estaba todo grasiento?)
Tiene un regusto bastante sabroso, pero al que resulta dificil acostumbrarse. Tiene un vago sabor a jabón o alguna clase de solvente plástico.

Legañas: crujientes, saladas - no muy distinto de papas fritas sin papas.

Sangre - el fluido más antiguo de todos; y no, no tiene un sabor parecido al cobre, como dice el viejo cliché. Tiene un sabor más semejante al hierro. Si has probado el sabor del agua altamente contaminada con hierro, te diré que es algo muy semejante. Vieja hemoglobina. Sin embargo, aún me falta práctica y no puedo diferenciar coágulos por su sabor.

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